sábado, 23 de julio de 2016

T&E Soluciones Empresariales



I

David Logan miró el juego de luces que hacía el tablero del ascensor que lo llevaba hacia el piso que había solicitado. En el logo se podía leer “T&E Soluciones Empresariales”. Se acomodó la corbata, se aliso el cabello con la mano y sostuvo firmemente el portafolio cuyo logo hacía referencia a la importante firma para la cual trabajaba.

Las luces del tablero se prendían y apagaban. Piso cuatro: Área de Marketing, Piso cinco: Sección de Bolsa, Piso seis: Finanzas, Piso siete: Logística y finalmente estaba el piso ocho. El mítico piso ocho del cual le habían hablado hacía tan solo unas horas todo un staff de gerentes de su firma y había guardado, bajo un fuerte y letal juramento, no revelar su identidad nunca más.

El piso ocho rezaba: Piso Ocho: Soluciones Empresariales.

El ascensor se detuvo con un sonido ligero y abrió sus puertas. Afuera, en una penumbra que no esperaba de tan elegante edificio, se encontraba la zona más exclusiva y selecta para el mundo empresarial, algo que solo unos pocos conocían y que le llamaban en código “La solución final”, quizás un nombre de mal gusto.

Le habían informado, ilustrado y advertido sobre el lugar al que estaba a punto de acceder, pero ni siquiera su traje valorizado en miles de dólares o su reloj de oro cuya marca también era de costo exclusivo para adinerados gerentes, le hacía sentir el valor que usualmente sentía al tratar con otras firmas. No, esto era algo completamente distinto.

Caminó por el corredor y los faroles se prendieron lentamente iluminando el solitario pasadizo. Una de las bocinas ubicadas a los costados del pasillo emitió un discurso.

- Estimado cliente, se encuentra en la sección Ocho de T&E, por favor, le pedimos que deje sus objetos electrónicos en el aparador que verá a su derecha. Asimismo, el no cumplir esta regla, viola los derechos establecidos entre esta firma comercial y su corporación trayendo graves consecuencias legales para usted, su empresa, entre otros inconvenientes. Muchas gracias y disfrute de su exclusiva estancia en el nivel ocho. 

Logan, luego de dejar su celular y el rastreador satelital, fue en dirección recta hacia el final del pasadizo donde pudo ver una puerta. Al llegar, vio el rótulo dorado que estaba elegantemente incrustado en la puerta: “Soluciones Empresariales”

Llamó a la puerta dos veces y una voz masculina contestó desde el interior ocasionándole un ligero sobresalto al gerente.

- Adelante, señor Logan – dijo en un elegante tono – lo he estado esperando.



II

- Dobla por la Calle Magnolia como quien se va al encuentro con el Hotel Bloom – dijo Tanner señalándole la tarjeta al chofer.

El chofer hizo una seña de afirmación y giró el volante tras ver el rótulo de la Calle Magnolia. El multimillonario que se sentaba atrás de él resopló.

- Si demoro más de media hora, Rafael – comenzó nuevamente Tanner – entra al restaurante y sácame de allí con cualquier excusa. Solo estoy yendo a esta reunión por recomendación insistente de un amigo y deseo marcharme lo más pronto posible,

- ¿No cree que le será provechoso escuchar sus ofertas, señor? – dijo el chofer sin apartar la mirada de la pista.

- ¿Provechoso? – resopló burlonamente el millonario secándose el sudor de la frente con un pañuelo – Esos tipos solo desean su comisión, técnicamente son un pozo de cocodrilos y yo soy el jabalí.

- Acertada analogía, señor – asintió el chofer ocultando una sonrisa.

El elegante Chrysler 300C dobló una vez más por un exclusivo condominio y se detuvo frente a un laureado restaurante de calidad voceada. Rafael se bajó apresuradamente de la limusina y abrió la puerta a Tanner. El magnate bajó del auto observando la imponente entrada de mármol italiano labrado con temáticas grecorromanas y al pie del vestíbulo, un elegante mozo lo esperaba para dirigirlo a la mesa que había reservado hacía unas semanas para la fecha. Despidiéndose del chofer, el millonario se internó en aquel lugar, buscando con la mirada al sujeto con el que contactó por teléfono en algún momento de la mañana.



III

La puerta se abrió y el ambiente cambió completamente.

Toda aquella oficina (o al menos Logan intuyó que lo era) se encontraba casi vacía. Las paredes, el suelo, incluso, el techo, era de color gris pálido, como cemento en su estado puro. La oficina era muy amplia, como si se tratase de un mini estacionamiento y era de techo elevado creando una sensación de profundidad penumbrosa en el ambiente. La iluminación provenía de la única puerta, aparte de la que acababa de ingresar, ubicada, al costado del amplio escritorio gris, donde se podía un iluminado pasillo donde, de cuando en cuando, alguna persona pasaba cargando pilas de papeles o portafolios. Luego se fijó en el hombre tras el escritorio.

De un largo rostro, ojos azules de gran tamaño pero bordeados por unas leves ojeras, piel cetrina y corte militar, el dueño de dicha oficina, cuyo rótulo rezaba “Señor T”, lo miraba serenamente con las yemas de los dedos juntas encima de su frío escritorio. 

- Siéntese, señor Logan – dijo serenamente mientras cambiaba de postura en su silla ejecutiva sin dejar de mirarlo. Esa extraña sonrisa perturbaba al ejecutivo – siéntase cómodo. 

David, un tanto intimidado por la sobriedad de aquella oficina, jaló una silla para sentarse frente a frente con el señor T. Su interlocutor volvió a hablar. 

- He recibido una llamada de sus superiores esta mañana – dijo pausadamente mientras sorbía de la taza que había pasado inadvertida hasta ese momento en el escritorio – veo que requiere los servicios especiales de nuestra empresa. 

David asintió en silencio y abrió el portafolio sacando un legajo con un logotipo. Decía “Caso Rotenergy”. Lo puso en la mesa y el señor T lo tomó interesado. Tras dar una breve leída a los papeles, lo observó con una mirada inquisidora.

- Qué interesante, señor Logan. Veo que están apelando a la “Solución Final” – dijo mientras cerraba el folio y sacaba una pequeña libretilla negra.

- Supongo que mis superiores lo pusieron al tanto del caso previamente, Señor T – dijo el ejecutivo intentando dejar en claro que él no sabía qué exactamente iba a pasar – por lo que yo solo he venido a ofrecerle el caso y acordar el pago.

- No será barato – dijo distraídamente mientras volvía a leer partes aleatorias del legajo – nada barato.

- Pienso que la empresa a la que represento tiene muchas obligaciones – dijo Logan inclinándose hacia el escritorio – pero también tiene prioridades…

Ante aquella palabra, el señor T volvió a cerrar el legajo y miró los ojos del ejecutivo.

- Cuénteme más sobre “Horizont Energy”, señor Logan – dijo el señor T



IV

El mozo llegó trayendo la carta. 

- Tenemos una variedad de platos acorde a los gustos de nuestros más exigentes clientes. La recomendación de la casa es chuletas de ternera en salsa española acompañada de un vino dulce, cosecha del 48 – dijo el mozo mecánicamente mientras observaba al magnate Tanner. Aun no tenía señal alguna.

El multimillonario miró la carta desganadamente, nada le parecía adecuado. Miró al frente a su acompañante quien esbozaba una sonrisa plástica, fingida, muy conocida por él cuando trataba con diplomáticos y concesionarios.

- Quizás usted se anime a pedir algo, señor Prost – dijo el señor Tanner cediéndole la carta a su interlocutor – yo no tengo apetito, hace una semana inicié un tratamiento médico que me impide comer lo que figura en esta carta. Desgraciadamente.

Prost miró la carta pero sabía que era innecesario. Se la conocía de memoria. La había repasado toda la mañana. Dejó la carta en la mesa y dirigió su enorme sonrisa al mozo quien los miraba a ambos con un lápiz y un cuadernillo.

- Quiero una sopa a la minuta y un vaso con agua – dijo radiantemente Prost mirando al mozo y luego a Tanner – ya sabe, solo bebo agua. 

El mozo partió en dirección a la cocina llevando consigo el pedido. Al hacerlo, dejó lacónicamente la orden en la mesa y corrió con un puñado de servilletas al baño. Tras asegurarse que nadie más estaba allí, sacó una servilleta, un bolígrafo y escribió “Está en su saco”. Dobló la servilleta como si fuese a ponerla en la mesa y sopló. Las letras se desvanecieron.

Tanner, quien estaba visiblemente incómodo por tal pérdida de tiempo, resoplaba de cansancio en la mesa. Quería acabar con aquella reunión lo más rápido posible.

- Bien, mi secretaria ha pensado que sería una buena idea incorporar los servicios de su compañía – dijo el magnate mientras cruzaba los dedos y lo miraba fijamente - ¿qué beneficios podría ofrecernos T&E en materia de seguridad?

- Bien, señor Tanner – dijo decididamente Proust mientras observaba en dirección a la cocina– T&E brinda servicios de solución empresarial, no solo de seguridad. Podríamos proteger su identidad, encargarnos del marketing, informarlos del movimiento bursátil entre otros servicios que usted pudiese requerir de acuerdo a las circunstancias.

Tanner, como un lobo viejo en los negocios, sabía que ese “pudiese requerir de acuerdo a las circunstancias” no lidiaba necesariamente con situaciones legales. Aquello lo animó visiblemente.

- ¿Podría explicarme mejor lo último? – dijo Tanner ahogándose repentinamente en una ligera tos.

- Verá, es muy probable que un personaje como usted, el fundador de la trasnacional Rotenergy, una empresa líder en el mercado mundial de energía, no siempre se vea envuelto en situaciones estrictamente legales – dijo astutamente Proust sin borrar su estresante sonrisa – por lo que le podemos brind…

Prost se detuvo momentáneamente. Una de las servilletas en la mesa había temblado ligeramente, como si alguna corriente de aire la hubiese remecido. Pero no era nada relacionado con el aire, era la señal.

…brindar acceso a bancos donde su dinero esté a salvo de los periodistas, refugios seguros en caso de atentados, soluciones rápidas ante la presión de sus competidores y, ya sabe, lo usual.

Tanner volvió a toser, le parecía atractiva la propuesta del representante de T&E pero era lo mismo que ofrecían todas las empresas que brindaban “Soluciones Empresariales”. Intentó secarse el sudor que se acumulaba en su frente ya que el lugar estaba repleto y aquello lo acaloraba. Cuando se estiró para tomar una servilleta, Prost lo detuvo.

- Permítame el favor, señor Tanner – dijo ágilmente el joven mientras sacaba dos servilletas y le ofrecía una al millonario.

Mientras Tanner se secaba el sudor y miraba la hora, Prost se apresuró a abrir su servilleta y leer el mensaje.

- En el saco – murmuró mirando rápidamente el saco de Tanner. Tenía que llegar a él.

Y sabía cómo.



V

- Horizont Energy está al borde de la bancarrota – comenzó Logan con el tono que se usaría para leer una sentencia de muerte – Nuestra mala asesoría por parte de pseudoanalistas del mercado energético y sumado a una serie de pésimas casualidades, nos ha generado una crisis interna que no ha podido ser salvada si no que día a día se ha ido incrementando por la presión de nuestros accionistas. No contamos con el dinero para continuar la manutención de nuestras plantas energéticas y mucho menos para pensar en una expansión.

El señor T reflexionó en lo último. Cambió de postura en la silla mientras bebía de su taza. Atrás de él, en la puerta hacia el corredor luminoso, personas iban y venían a cada rato, como si apareciesen y desapareciesen.

- Y es allí donde su competencia, Rotenergy, ha sacado provecho de su crisis ¿Cierto? – señaló el Señor T mientras veía un titular de periódico recortado en el legajo que mostraba “El imperio de los Tanner”.

- Exactamente. Es por eso que, en una reunión de carácter confidencial, a puerta cerrada y en una zona exclusiva, la junta gerencial de “Horizont Energy” ha acordado en apostar como último caballo a su empresa cuyos servicios cuentan que son – Logan se detuvo un momento. Tras carraspear, continuó – poco ortodoxos.

El señor T siguió ojeando el legajo. Páginas y páginas ilustraban la evolución histórica de “Rotenergy” y como en su paso al monopolio energético mundial, había ido ensombreciendo a “Horizont Energy” casi hasta el punto de llevarlo a la quiebra financiera. 

- Quiero que sepa que, una vez que se realice la “Solución final” no habrá marcha atrás – dijo el señor T sacando un bolígrafo de su saco – por lo que deduzco que sus superiores leyeron cuidadosamente las cláusulas establecidas en el documento remitido esta mañana. Si es así, pasemos al monto.

Logan ya había sido advertido sobre aquella fase de la negociación. Sabía que T&E no cobraba barato ni tampoco a plazos. Sabía que no había lugar a devoluciones ni reembolsos. Sabía que una vez firmado el cheque, solo quedaría esperar a cómo aquella enigmática empresa solucionaría el problema financiero de su firma. Habría que verlo.

Tras unas breves reflexiones, Logan sacó la chequera, firmó un cheque en blanco y se lo acercó al Señor T.

- Puede usted poner la cifra que desee – dijo Logan solemnemente.

Logan se mantuvo sereno, aunque tembló un poco cuando vio al bolígrafo no detenerse ante la octava cifra. El lapicero solo continuó.



VI

Prost volvió a echar un vistazo a su alrededor y se fijó en la multitud. El Roma albergaba un público selecto de comensales entre los que se podía destacar empresarios, políticos, profesionales y miembros de la elite de aquel país. Volvió a barrer con la vista nuevamente el restaurante y un hombre de pobladas cejas y finos bigotes se le acercó.

- Monsieur – dijo el hombre en un marcado acento francés – ¿tendría usted una pluma que pueda prestarme? Olvidé la mía en el auto y es una urgencia.

- Creo que tenía una en el saco, déjeme revisar – dijo Prost mirando directamente a los ojos del francés, intentando comunicarle su reciente descubrimiento, mientras el otro le devolvía una sonrisa – Oh, es un hombre con suerte. Aquí tiene.

El francés hizo una reverencia y se alejó a su mesa a continuar hablando con su interlocutor. Tanner ya se impacientaba. Prost decidió reabrir la conversación. 

- Oh señor Tanner, veo que el clima de esta ciudad es sumamente caluroso – dio Prost aflojándose la corbata y mirando esperanzadoramente hacia la cocina – Bien, parece que nuestro pedido ya está llegando y podremos llegar un acuerdo con los estómagos llenos ¿no cree?

Tanner lanzó una breve risotada fingida sintiendo que quizás lo mejor sea ponerse de pie, pagar la cuenta y retirarse a su oficina pero justo en aquel momento el mozo llegó con el pedido.

- Disculpen por la demora, hubieron algunos problemas en la cocina pero… ¡Oh, lo siento mucho!

El mozo tastabilló unos segundos antes de precipitarse ante el millonario. La minuta voló en dirección al saco y todo el traje quedó húmedo y estropeado por la negligencia del mozo.

- ¡Es un idiota! – gritó Tanner mientras las demás mesas miraban hacia la suya. Reinó el silencio. El magnate se levantó de la silla vociferando – ¡Mire cómo ha dejado mi traje!

El mozo se deshacía en miles de disculpas y ofrecía traerle algo para secarse mientras que el magnate bramaba y maldecía pero Prost se puso rápidamente de pie para ayudarlo.

- Esto es una sinvergüencería – dijo Proust indignado al mozo quien ya no sabía cómo pedir disculpas – tenga aquí mis cosas y ayúdeme a quitarle el saco al señor Tanner. Pobre caballero, imagínese tener que lidiar con este desperfecto en verano ¡Dios mío! 

Tanner continuaba resoplando de ira mientras estiraba los brazos para que Proust y el mozo le ayuden a retirarse el saco y fue allí donde lo vio. Sobresaliendo del bolsillo de Prost, un elegante y pequeño teléfono móvil asomaba a la escena. Tanner se sobresaltó y el espanto dibujó su rostro.

Prost miró apresuradamente a la pared. Un calendario con motivos culinarios le informaba que estaba en 1969- Menudo detalle.

- ¿Cómo usted pudo tener eso? – Masculló incrédulo mirando en dirección al aparato futurista – ¿Es usted un espía? ¿Un mercenario? ¡He oído hablar de ustedes! ¡Han venido por mí! ¡Quién los contrató! ¡Respondan!

Tanner intentó zafarse de las manos del mozo para coger el revolver que traía en el cinturón pero ya era tarde.

- Idiota – susurró el mozo mirando en dirección a Prost pero manteniendo una desubicada calma en medio de tanto alboroto.

Inmediatamente, antes que Tanner logre alcanzar el revólver y termine por generar una tragedia en aquel elegante restaurante, el tipo de acento francés y su interlocutor, un sujeto de gafas oscuras y barba, saltaron en dirección a la peculiar escena. Primero, el sujeto presumiblemente francés levantó la mano y el aire se enrareció. Una repentina cortina de aire plateado los envolvió y el tiempo se detuvo. Mozos, cocineros, comensales y peatones, todos quedaron completamente inmóviles ante la manifestación de lo extraordinario salida de las manos de aquel elegante europeo.

- Eres un idiota – dijo el mozo que había causado el accidente a Prost – Te advertimos que quitases de ti cualquier evidencia que nos situase en otro tiempo.

El tipo barbudo, que todo el tiempo había estado hablando con el francés, intervino.

- Este tipo de errores nos ha costado misiones anteriores – dijo calmadamente mientras evaluaba el rostro desencajado e inmóvil de Tanner – pero creo que esta vez podría solucionarse.

- Tenemos solo cinco minutos, caballeros – dijo elegantemente el francés – luego de ello, el efecto del tiempo estacionario desaparecerá y tendrán que lidiar con un nuevo método para reanudar la misión.

Prost, que toda aquella reunión se la había pasado recolectando la mayor cantidad de información del señor Tanner, dijo.

- Lo tengo. Está medicado y al parecer consume una buena cantidad de pastillas – dijo Prost sacando un pequeño pomo del bolsillo del saco de Tanner – rechazó los alimentos dos veces antes y siempre que menciona las razones de su declinación, va acompañado de una excusa médica.

- Es Ácido Acórbico – dijo el mozo mirando detenidamente el pomo – lo que nos dijeron en “Horizont Energy” era cierto. Tiene problemas de esterilidad.

- Menudo trabajito que se tomó Logan para poner espías dentro del imperio de los Tanner – risoteó Banks, el interlocutor del francés maestro del tiempo – ¿Y ahora qué hacemos?

El mozo, que ahora rebuscaba en el maletín de Prost, tomó la palabra poniendo un frasco de píldoras blancas en la mesa.

- Supongo que estas píldoras en el envase del señor Tanner solucionarán el problema – dijo quitándole la tapa al pomo del magnate e intercambiando las pastillas – es alcanfor 4-metilbenciliden. Antes que llegue a la mitad del pomo, su cuerpo habrá anulado la posibilidad de generar descendencia.

- Y por ende – dijo el francés – nuestro trabajo habrá acabado. ¿Oui?

- Exactamente Míster Croissant – dijo Banks divertidamente – ahora cambiémosle de saco. ¿Mozo? ¿Me haría los honores?

El mozo asintió de modo servil en son de sorna y cogió una servilleta de la mesa más cercana donde una joven pareja estática estaba a punto de salir apresuradamente del local ante el brillo del revólver en la escena. Sacudió la servilleta al aire y, de la nada, un saco marrón de paño se materializó ante cuatro personas cuyo asombro ante lo fantástico era completamente nulo.

Prost le acomodó el saco y le puso el frasco de píldoras adulteradas en el mismo lugar que estaba anteriormente. Luego de ello, agitó los brazos y un diminuto resplandor dorado brilló en la cabeza de cada uno de los comensales, mozos y cocineros de aquel restaurante y, por último, en la del mismo señor Tanner.

- Bien, las memorias ya están modificadas a cinco minutos antes del accidente – dijo serenamente Prost – creo que ya puedes proceder, Remy.

Remy, el elegante francés, chasqueó los dedos y la cortina de aire plateado se deshizo, devolviéndole fluidez y vivacidad a la realidad. El ambiente estaba calmado y el señor Tanner aún tenía el rostro aburrido. El mozo llegó nuevamente. 

- Su pedido, caballeros – dijo educadamente el mozo mientras ponía los platos en la mesa y le hacía un guiño discreto a Prost. - ¡Buen provecho!

Tanner, resignado, ya había cogido los primeros cubiertos para iniciar el aburrido almuerzo con aquel estresante agente de ventas cuando Prost lo interrumpió.

- Señor – dijo gravemente Prost mirándolo a los ojos – no olvide sus pastillas antes del almuerzo. 

Tanner agradeció mecánicamente.



Epílogo

El señor T terminó de trazar la última cifra en el cheque y luego lo guardó en el archivador que tenía a un costado, junto con el legajo. A continuación, el señor T lo miró y le dijo:

- Trato hecho, señor Logan.

Lo que pasó luego fue inexplicable. Logan sintió que el aire se enrareció, las imágenes se distorsionaron brevemente y luego un frío repentino recorrió la habitación. Antes que pueda procesar cuál había sido el extraño origen de aquellas inusuales sensaciones, la puerta del corredor luminoso se abrió y cuatro sujetos ingresaron a la sala. Luego de hablar entre murmullos y breves asentimientos, el señor T se dirigió al ejecutivo que aguardaba una respuesta a tan inusual fenómeno.

- Señor Logan – comenzó serenamente el señor T – Corporaciones Rotenergy y asociados ha dejado de existir hace tan solo unos segundos, pero si desea una versión fiel a la verdad, ha desaparecido en 1989. “Horizont Energy” acaba de obtener el monopolio mundial energético.

Logan no comprendió ni una sola palabra de lo que acababa de decir su interlocutor. Sin salir aun del asombro, uno de los cuatro hombres que recién había ingresado a la oficina desde el pasillo iluminado, con un acento francés, se acercó a él para hacerle un inusual pedido.

- Monsieur Logan - comenzó mientras señalaba el bolsillo del ejecutivo – ¿Podría buscar en su navegador móvil “Rotenergy Corporation”?

Logan sacó a tientas su dispositivo móvil y puso en el buscador las palabras que le había sugerido el francés. Ahogó un grito.

- ¡Dios mío! – dijo en una exclamación ahogada el ejecutivo.

Allí, entre todas las opciones de búsqueda, señalaban un titular similar:

ROTENERGY ENTRA EN CRISIS. EL IMPERIO ENERGÉTICO TANNER SE DISUELVE AL NO HABER UNA CONTINUACIÓN DEL LEGADO FAMILIAR. LA COMPETENCIA YA RONDA AL ACECHO POR EL CONTROL DEL MERCADO ENERGÉTICO.



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